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26/06/2024
LA CERTIFICACIÓN DE PRODUCTO AGROALIMENTARIO: UN DESAFÍO CON GRANDES BENEFICIOS 

Cuando se habla de certificación en genérico, al profano en la materia le puede resultar algo extraño, lejano o complejo. Pero cuando se traslada esto al sector agroalimentario, dado que todos somos consumidores de alguno de estos productos, a partir de este momento, se nos aparece como algo más cercano y fácil de entender.

La certificación de producto agroalimentario es un proceso que evalúa la conformidad de un producto con estándares de calidad, seguridad y sostenibilidad. Estos certificados se han convertido en una herramienta fundamental para las empresas del sector, permitiéndoles diferenciarse en el mercado, aumentar la confianza de los consumidores y acceder a nuevos mercados.

La certificación de productos agroalimentarios tiene sus raíces en la necesidad de proteger la autenticidad y calidad de ciertos productos con características únicas ligadas a un territorio o tradición. Las primeras certificaciones se centraron en productos como el vino, el queso y el aceite de oliva, y posteriormente se extendieron a otros sectores como la carne, las frutas y verduras, y la producción ecológica.

Es importante destacar que el uso de esta herramienta se ha convertido en una exigencia habitual entre las cadenas de distribución, tanto grandes como pequeñas, como una forma de seleccionar a sus proveedores, como si fuera una barrera de entrada a superar. Las certificaciones sirven como un indicador de la calidad, seguridad y sostenibilidad de los productos y de las empresas proveedoras, lo que permite a las cadenas de distribución garantizar la satisfacción de sus clientes y proteger su reputación.

La adopción de una cultura de la calidad en las empresas agroalimentarias es esencial para el éxito a largo plazo. Esto implica la implementación de buenas prácticas agrícolas y ganaderas, un control riguroso de los procesos de producción y transformación, y la adopción de sistemas de gestión de la seguridad alimentaria apostando por una robusta trazabilidad y correcto etiquetado.

Sin embargo, las pequeñas empresas del sector agroalimentario pueden enfrentar dificultades para obtener certificaciones debido a los costos asociados al proceso, la complejidad de los trámites y la falta de recursos humanos y/o técnicos. La burocracia excesiva y la dificultad para acceder a información clara y sencilla son obstáculos comunes que limitan el acceso de las pymes a este tipo de herramientas de diferenciación, no tanto por el coste de cada una de ellas, sino por la gran variedad y diferencia existente entre todas las normas de aplicación.

Sin embargo, las certificaciones de sistema y las certificaciones de productos son dos tipos de diferenciación que se llevan a cabo en el sector agroalimentario, pero con enfoques distintos. Por un lado, están las certificaciones de sistema que sirven para evaluar la gestión de la empresa, se centran en cómo la empresa gestiona sus procesos, desde la producción hasta la distribución, para asegurar la calidad y seguridad de los productos. Entre estas se encuentra la ISO 9001 enfocada a la gestión de la calidad), la ISO 22000 centrada en la seguridad alimentaria), o la BRC Global Standard, aparte de otras más específicas.

Y, por otro lado, están las certificaciones de productos que evalúan las características intrínsecas del producto. Estas se enfocan en las características específicas del producto, como su origen, composición o método de producción, para garantizar que cumple con estándares establecidos, tales como las Denominaciones de Origen Protegidas (DOP), Indicaciones Geográficas Protegidas (IGP), Especialidades Tradicionales Garantizadas (ETG), sello ecológico... En el caso de las certificaciones de producto, el objetivo principal es diferenciar los productos en el mercado y aumentar la confianza del consumidor.

En resumen, las certificaciones de sistema evalúan la forma en que la empresa trabaja, mientras que las certificaciones de productos evalúan las características del producto en sí. Ambas son herramientas valiosas para las empresas agroalimentarias, pero la elección de una u otra dependerá de sus necesidades específicas y exigencias de sus clientes.

Desde las certificaciones ISO 22000, ISO 9001, pasando por las de Bienestar Animal, que en demasiadas ocasiones son específicas para ciertas especies y actividades concretas. Es diferente la certificación de bienestar animal (referenciales Welfair® o PROVACUNO) de vacuno que la de porcino (Welfair® / Interporc / ASICI) o la de ovino y caprino (Interovic) y la de explotación que la de matadero en cada uno de ellos, por ejemplo. Así, cualquier operador que quiera certificar y etiquetar su producto con el sello de bienestar animal deberá implantar esa certificación (o varias de entre todas ellas) y todos sus proveedores y participantes en la cadena de producción y suministro también deberán tener la correspondiente certificación. La certificación de bienestar animal, ahora tan en boga, se nos antoja demasiado sectorizada en cada una de las interprofesionales afectadas, siendo en unos casos acreditables por ENAC y en otro caso (Welfair®) no acreditables hasta el momento. No quiero dejar de mencionar también otras certificaciones como la certificación de los SAE (Sistemas de Autocontrol para la Exportación) imprescindibles para toda aquella empresa que quiera exportar productos de origen animal a terceros países.

A pesar de estos inconvenientes, hay muchos ejemplos de pequeñas empresas que han logrado certificaciones y se han beneficiado de su competitividad y garantías.

Sin embargo, una vez hecha mención a las diferencias entre unos tipos de certificación y otros, no olvidemos que la capacitación y excelencia de las empresas que buscan mejorar la calidad de sus productos y procesos mediante certificación pasa porque todas sean evaluadas por profesionales y empresas del sector de la certificación procedentes de muy diferentes ámbitos de formación académica bien universitarias o bien de otro tipo.

A nuestro juicio, uno de los principales retos de las entidades certificadoras es la formación reglada en estas materias. En el sector agroalimentario la escasez de profesionales cualificados es abrumadora. La escasez de planes de estudio y formación específicos en este ámbito dificulta enormemente la captación de talento y el desarrollo de las competencias necesarias para gestionar con garantías los procesos de certificación. Esta problemática afecta tanto a las empresas de certificación como a las de acreditación, que en diferentes ocasiones han trasladado las dificultades existentes para encontrar personal auditor cualificado para las diferentes materias y alcances de certificación que deben acreditar / auditar.

Se espera que la demanda de productos agroalimentarios certificados continúe creciendo en los próximos años, impulsada por la creciente preocupación de los consumidores por el bienestar animal, la calidad, la seguridad y la sostenibilidad. Las empresas que adopten una cultura de la calidad y se adapten a los nuevos estándares de certificación estarán mejor posicionadas para competir en el mercado global.

Existen numerosos esquemas y normas de certificación de productos agroalimentarios, tanto de carácter público como privado. Algunos de los más conocidos son las Denominaciones de Origen Protegidas (DOP) que protegen productos con características únicas ligadas a un territorio específico. Existen también la Indicaciones Geográficas Protegidas (IGP) que afectan a los productos originarios de un territorio determinado con características diferenciadas. Las Especialidades Tradicionales Garantizadas (ETG) son productos con un proceso de producción tradicional y artesanal definido. Dentro de las certificaciones de sistema destaca la ISO 22000 que es un sistema de gestión de la seguridad alimentaria. Y otras normas también muy conocidas son la denominada BRC Global Standards, norma de seguridad alimentaria para fabricantes de productos agroalimentarios y la conocida como IFS Food, que es una norma de seguridad alimentaria para empresas de transformación y distribución de alimentos.

El objetivo de esta reflexión es concienciar a quien lo lee, y que además es consumidor de los productos de todas estas organizaciones, de que es fundamental que las instituciones públicas y privadas apoyen a las pequeñas y no tan pequeñas empresas del sector agroalimentario para facilitar su acceso a la certificación de productos. Esto incluye la simplificación de los trámites burocráticos, la creación de programas de formación específicos y la promoción de la cultura de la calidad.

La certificación de producto agroalimentario es una herramienta poderosa para las empresas del sector que buscan diferenciarse en el mercado, mejorar la competitividad, aumentar la confianza de los consumidores y acceder a nuevos mercados. Sin embargo, las pequeñas empresas pueden enfrentar dificultades para obtener certificaciones debido a la complejidad del proceso, la burocracia y la falta de recursos. Es necesario que las instituciones públicas y privadas brinden apoyo a estas empresas para facilitar su acceso a este tipo de herramientas de diferenciación y garantizar un futuro sostenible para el sector agroalimentario.

 

Sebastián Vidal Martín

Gerente de CERTIFICADORES DE CALIDAD (CALICER)

NUESTROS ASOCIADOS

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